martes, 17 de agosto de 2010

UN CASO REAL

La televisión nos engaña a menudo. Según éste medio, y algunos otros, los inmigrantes siempre son los últimos en todo. Pero la realidad no es así, y a veces difiere bastante.




Conozco personalmente un señor nacido en Cataluña, de unos cincuenta y cinco años de edad, aproximadamente, que hace unos dos o tres años se divorció de su esposa. Entonces tuvo que dejar la casa donde vivía porque era de su esposa y fue a vivir a una pequeña ciudad cercana donde alquiló un piso para vivir solo.



Trabajaba en el sector de la construcción y unos meses después de divorciarse perdió su trabajo. A su edad y con la actual situación económica ya no ha vuelto a encontrar trabajo. Tenia poco dinero ahorrado, como la mayoría de personas, así que un tiempo más tarde se vio obligado a dejar el piso porque no podía pagarlo.



Actualmente vive en la calle y por la noche le dejan dormir en una especie de almacén, eso sí, debe compartirlo con un montón de ratas.



Hace pocos días me lo encontré y me explicó cuál era su situación. Yo le pregunté porque no iba a los Servicios Sociales a pedir ayuda. Me dijo que ya había ido y que la respuesta que había obtenido había sido muy clara y concisa: “Primero son los inmigrantes”. Esto fue lo único que le respondieron.







¿Alguien cree que esto es “normal”?



Yo, sinceramente, no lo creo.







Los inmigrantes no deben ser menos que los españoles o catalanes, debemos de ser todos iguales; pero lo que no se puede tolerar de ninguna manera es que los inmigrantes sean mejores que nosotros y nos pasen delante.



Cuando una persona lo necesita resulta totalmente inadmisible que se le niegue una ayuda por el mero hecho de haber nacido aquí.

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